Imprenta en América



La imprenta revolucionó el ámbito cultural y llegó al Continente Americano dos décadas después de su introducción en España, el avance de esta innovación fue apoyado por Isabel la Católica. Dentro de esta invención que arribó con la colonización, México es el país que ocupa el primer lugar, porque en 1535 los españoles insertaron el primer taller en territorio azteca, el de Esteban Martín, quien editó el primer libro en América “Escala espiritual para llegar al cielo”, de San Juan Clímaco.

Imprenta en América
Es importante destacar que, con los españoles llegaron a América los primeros escritos impresos en el Viejo Continente, que sirvieron para darle impulso a la imprenta. Los conquistadores llevaron inicialmente libros de caballería, que en ese momento eran muy populares en España, como el Amadis de Gaula y las Sergas de Esplandián, etc. Los religiosos llevaron manuales de teología, moral cristiana o de ideología católica y los jurídicos, inherentes a su ocupación. Pero especialmente fueron las obras de fábulas y de ficción las que se introdujeron en gran cantidad, hasta que la Corona prohibió sus envíos ya que según; los indios aprendían muy rápido a leer y debía evitarse su afición por esa clase de lecturas, consideradas perjudiciales.

Aquellos inicios fueron complejos para la imprenta en América, pero Monseñor Zumarraga, que veía en la misma un medio eficaz de difusión apostólica, no se rindió y continuó con sus firmes gestiones ante el monarquía: “Poco se puede progresar en lo de la imprenta, por la escasez de papel, lo cual detiene las muchas obras que aquí están ya disponibles y otras que deben ser grabadas de nuevo; porque se carece de las esenciales y de España las que envían, son escasas”. La diligencia resultó fructífera y la imprenta pudo editar ejemplares con títulos como el de la sencilla y más resumida Doctrina Cristiana en idioma Mexicano y Castellano, que según el religioso franciscano, contenía aspectos necesarios de la fe católica, para beneficio de los indios naturales y la salvación de sus almas.

La segunda nación a la cual se llevó la imprenta fue Perú,
exactamente a la ciudad de Lima, igualmente gracias al esfuerzo de religiosos, en este caso de los jesuitas. Su introducción se debió a dos situaciones: la necesidad inminente de una catequesis y al hecho de haberse mudado a esa tierra, procedente de México, el tipógrafo piamontés Antonio Ricardo. El trámite lo llevó a cabo un arzobispo de la localidad, quien se comunicó mediante una carta con el Rey, manifestando la necesidad de una imprenta para estampar un catecismo que facilitara la enseñanza de los indios, pues era difícil hacer copias escritas a mano.

La impresión tuvo aspectos propios:
no se utilizó una marca pese a que México ya la usaba, las obras no resaltaron por su atractivo tipográfico, debido al pobre y exiguo material con el que se contaba, la mala calidad de la tinta, el grabado ordinario, las rotativas toscas y muy gastadas. La carencia de recursos obligó a veces, a combinar diferentes tipos de material y distintas letras, influyendo esto en la demora de la impresión. Aun cuando la actividad resultó bastante intensa, funcionaron de manera simultánea cuatro imprentas, pero sólo algunos de los libros se conservaron, lo que cual dificulta hacerse de un juicio preciso sobre el valor de esas obras que, no obstante, eran muy costosas porque los materiales provenían de España.

La necesidad de la imprenta se hizo imprescindible en América, pues no existía algo que contribuyera con el desarrollo cultural. Cuando los indios comenzaron a manipular con gran destreza la pluma y a transcribir libros impresos de forma correcta, era cada vez más necesario suministrarles métodos de instrucción y satisfacer su inclinación por la lectura. Algunas imprentas se fabricaron con la ayuda de los indígenas, empleando madera de las selvas paraguayas y ellos mismos combinaron los tipos.


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