El Papa Urbano II en el año 1095, llamó a una cruzada en el concilio de Clermont para liberar de la superioridad musulmana los Santos Lugares, concebida como una peregrinación armada ante el incremento de las dificultades que hallaban los cristianos en Jerusalén. Tras los primeros siglos de tolerancia musulmana, la ocupación de Palestina por los fatimíes de Egipto en el del siglo XI cambió las circunstancias, agravada desde que los turcos selyùcidas se adueñaron de la zona en el año 1078.
La cruzada siempre era convocada por el Papa, aunque este podría responder en ocasiones a la demanda de un rey, como sucedió con Luis IX de Francia; el pontífice era también el jefe espiritual de la expedición, a la que enviaba legados para su dirección. La mayoría que respondiesen a su convocatoria tenían garantizada un beneficio religioso: participar en una causa justa y la indulgencia plenaria para los que muriesen en la guerra. Asimismo, durante la separación de los cruzados, sus familias y sus bienes estaban bajo la resguardo de la Santa Sede y ellos mismos estarían exentos de pagar impuestos.
La organización de la cruzada fue la refutación de Occidente a la petición de ayuda que realizó Alejo I Comneno frente a los turcos. Sin embargo, los bizantinos esperaban recibir mercenarios manejables y no cuerpos de guerreros que huían a la autoridad del emperador; también, entre los cruzados iban caballeros normandos, enemigos de Bizancio o en el sur de Italia.
El paso de muchas tropas y la masa de no partidarios que les acompañaba, agravó la deferencia que los bizantinos tenían de los occidentales. En este sentido, las cruzadas solo sirvieron para aumentar la separación entre el Oriente y el Occidente.
1. Primera cruzada: fue la cruzada de los caballeros se puso en marcha en el año 1096 y en ella se encuadran los principales nobles europeos, que llegaron a Asia Menor en la primera del año siguiente. Los cruzados consiguieron conquistar Nicea y vencer en la batalla de Dorilea y avanzaron hacia Antioquía, que fue tomada en el año 1098.
2. Segunda cruzada: la pérdida de Edesa provocó la reacción de Occidente dirigida por Luis VII de Francia, que obtuvo Eugenio III la bula de cruzada; de su predicación encargó a Bernardo del emperador Conrado III. Pronto se dejaron ver las rivalidades entre franceses y germanos, que atravesaron Asia Menor por separado y sin apoyo bizantino. En un primer encuentro con los musulmanes, el ejército imperial fue derrotado en Dorilea, mientras que el francés pudo avanzar hasta Antioquía.
3. Tercera cruzada: la pérdida de Jerusalén causó conmoción en Occidente y Gregorio VII convocó una nueva cruzada.
4. Cuarta cruzada: el emperador Enrique VI organizó una primera expedición con la que logró restablecer las comunicaciones entre Acre y Trípoli en el año 1197, pero su muerte ocurrida en el mismo año, supuso el fin de la campaña.
5. Quinta cruzada: la sucesión de treguas procuró unos años de relativa tranquilidad en los dominios latinos de Oriente, pero la fábrica de una fortaleza en el monte Tabor fue considerada un reto y una grave amenaza que movió a Inocencio III a predicar una nueva cruzada en el cuarto concilio de Letrán.
6. Sexta cruzada: después de este fracaso, la única capaz de conseguir algún éxito era el emperador Federico II, quien había prometido en su coronación organizar una cruzada.
7. Séptima cruzada: solamente el rey francés Luis IX estaba facultado para hacer frente a las dificultades internas que se vivían en el Imperio y en Inglaterra.
8. Octava cruzada: esta última empresa de Luis IX tuvo la consideración de cruzada. Concluyeron así las cruzadas, luchas emprendidas por Occidente para liberar los Santos lugares de los musulmanes.