La personalidad, hace referencia a la serie de características físicas, genéticas y culturales que tiene una persona, que la hacen distinta y única en relación al resto de los individuos. El concepto tiende a proyectar el modelo de actitudes, pensamientos, sentimientos y particularidades conductuales que diferencian a una persona y que además, tienen una determinada continuidad y estabilidad a lo largo de su vida. De manera tal, que las manifestaciones de esa pauta en las distintas circunstancias, posee un evidente grado de predictibilidad.
En tanto, la interacción o unión de estas características, normalmente estables, será lo que defina la conducta o el comportamiento de una persona y por qué no también, según la consistencia de las mismas, lo que permite pronosticar la reacción que puede tener un individuo conocido, ante una situación o estímulo específico. La noción “personalidad”, proviene del vocablo “persona”, palabra que se utilizaba en el latín clásico, para nombrar la máscara que llevaban los actores de teatro en el pasado. No obstante, ya en ese tiempo se hablaba en un sentido extenso y elocuente de “personas”, para mencionar los roles, es decir como “quién” o representando “a quién”.
La definición progresivamente, fue transferida a otras categorías sociales, fuera del ámbito teatral y es importante resaltar que, en la Roma antigua, la palabra “personas” aplicaba solamente para los ciudadanos que estaban legalmente dotados de derechos, muy al contrario de los esclavos que no se consideraban personas, porque no tenían la facultad de disponer sobre su actuación propia y mucho menos podían opinar sobre la de los demás.
La personalidad está constituida por dos elementos: temperamento y carácter, uno posee naturaleza genética y el otro un origen social, o sea lo establece el ambiente en el cual vive la persona, respectivamente. Por ejemplo, cuando un sujeto suele responder o proceder de una forma dura ante el fracaso de algo o alguien de su entorno, se dice que tiene un temperamento fuerte, lo cual sería el grado de carga emocional que le atribuye a las cosas, que puede ser fuerte o muy suave. En el mismo orden de ideas, el carácter señala el modo por medio del cual procedemos, nos expresamos y razonamos.
Los psicólogos siempre le han brindado una gran dedicación a la personalidad, la cual ha sido objeto de su estudio especialmente desde y durante todo el siglo XX, este análisis se efectúa mediante tres formas de investigación: la clínica, reciprocidad y experimental. La primera enfatiza sobre el estudio profundo del individuo, la segunda se ocupa esencialmente de hallar diferencias individuales en base a la realización de sondeos, sobre muestras importantes de población y por último la tercera; que determina la relación causa-efecto, utilizando ciertas variables.
De forma común, las personas muestran rasgos estables que permiten definir su conducta y comportamiento e igualmente predecir sus respuestas ante una circunstancia puntual. En este sentido, la personalidad es catalogada por las actitudes o por la parte subjetiva de la salud mental del sujeto, bien sea por la autoestima, el criterio que elabora el individuo hacia sí mismo y la tranquilidad que demuestra, entre otros aspectos.
De acuerdo a la personalidad, un sujeto puede ser introvertido, cuando prefiere escuchar antes que hablar si está en una reunión, es normal también que evite compartir con otras personas o asistir a eventos sociales como fiestas y en el caso de participar, no es quien más sobresale entre los presentes. Contraria es la forma de actuar del individuo que suele describirse como extrovertido, este disfruta de las relaciones públicas y sociales