Pueblos Barbaros

Pueblos Barbaros

La palabra bárbaro (barbarus) se utilizaba en la civilización romana, como antes en la griega, para designar a todo pueblo ajeno a su cultura. De forma especial se identificó con él a los pueblos germanos que en los siglos IV y V penetraron en el Imperio Romano y aceleraron su desintegración. Antes de la gran penetración Germán de finales del siglo IV hubo una etapa de relaciones entre romanos y germanos en los límites fronterizos que hizo posible un acercamiento mutuo. Por ello se habla de romanización de los germanos y de barbarización de Roma.

Desde el siglo III se había producido incursiones de francos y alemanes en las provincias de Galia e Hispania, pero su penetración masiva se produjo desde el año 375 y fue formada por los visigodos. Comenzó así un largo proceso que no terminó hasta la llegada de los lombardos, en el siglo VI; sus resultados fueron asentamiento de estos pueblos dentro de las fronteras del imperio, a menudo como federado o aliados del mismo y la desaparición del poder imperial y su sustitución por los reinos que aquellos organizaron.

Se puede señalar tres oleadas migratorias. La primera, la más multitudinaria, se extiende desde el 375 hasta inicios del siglo V. En ese tiempo entraron en el imperio alanos, vándalos, suevos, godos, alemanes y burgundios que formaron reinos en sus zonas de establecimiento, pero que serían atraídos por otros reinos bizantinos o germánicos.

La segunda oleada comprende buena parte del siglo V y tuvo consecuencias más duraderos, como la formación del reino franco y el establecimiento de anglos sajones y jutos en Inglaterra. Para finalizar, ya en el siglo VI. Se generó la entrada de lombardos, el último pueblo germano que asaltó Occidente.

Por tanto, el asentamiento de nuevos pueblos y la desaparición del Imperio Romano de Occidente fueron los resultados más notables de las invasiones germánicas. Su éxito se explica por la rapidez de sus ejércitos y por la crisis romana, pero también hay que tomar en cuenta el apoyo que en ocasiones prestó la población romana a los invasores, a los que consideraba libertadores frente a la fuerte presión fiscal del imperio determinada por sus necesidades defensivas.

Los grupos germanos instalados en Occidente eran poco numerosos a diferencia con la población romana, pero tenían una gran coherencia interna que explica el triunfo. Desde su establecimiento, se inició un lento proceso de fusión entre romanos y germanos dificultado por la diferencia de sus culturas y su lengua, por los diferentes usos jurídicos y por la religión; la arriana o pagana de los germanos frente a la católica de los romanos.

Sin embargo, la fusión se vio favorecida por la adopción de latín como lengua administrativa por parte de los germanos, el mantenimiento de la estructura administrativa del imperio y la ayuda de los propios romanos. El paso decisivo se dio, con el reconocimiento de los matrimonios mixtos, prohibidos primero por los romanos y posteriormente por los germanos, para tratar de evitar la pérdida de cohesión interna y su disolución como pueblo.

Por lo tanto, tampoco se debe olvidar que el asentamiento de los germanos se produjo de acuerdo con el Imperio Romano en función de las leyes hospitalidad por las que los germanos federados debían recibir de las casas y tierras de los romanos.

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